Historia

Paleolítico

Resulta problemático determinar en que momento llego el hombre a Molinos. Cuando, a finales de los años 70 se encontró en la Cueva de las Graderas (Grutas de Cristal ) la famosa «Mandibula de Molinos», muchos investigadores la consideraron, por sus características fisonómicas, como perteneciente a un lejano poblador del Paleolítico Superior (la singularidad de está interpretación llevó a denominarla coloquialmente como el primer aragonés). Su aparente vinculación con restos de oso de las cavernas reforzó esta atribución.

Posteriores estudios desarrollados durante los años 80 demostraron la problemática datación de la misma: aunque el «Hombre de Molinos» no parecía ceñirse bien a los cánones antropológicos de los habitantes eneolíticos, tampoco encajaba bien con los paleolíticos. Ante este hecho, la única evidencia clara era la arqueológica, que indicaba que la cueva fue utilizada como sepulcro durante el Calcolítico.

Mandíbula del Paleolítico en el Museo de Molinos
Mandíbula del Paleolítico encontrada en Molinos

Los restos faunísticos y sedimentológicos, datados durante la última glaciación y a los que debía corresponder el mencionado colmillo de oso, eran anteriores al «Hombre de Molinos» y fue en ellos sobre los que se depositó su cadáver hace más de cuatro mil años.

No obstante, es factible que por la zona transitasen, con relativa frecuencia, grupos humanos paleolíticos y no se puede descartar la posibilidad de futuros hallazgos arqueológicos de esta época.

Debemos de señalar que, en el cercano término de Mas de las Matas (a 14 km. de distancia) han aparecido recientemente restos del remoto Paleolítico Inferior (yac. de El Campo II); en Ladruñan (a 6 km.) también se localizó, en los años 60, un abrigo ocupado durante el Musteriense (Abrigo Ahumado del Pudial ).

Algo más alejados está el Covacho de Eudoviges (Alacón, a unos 25 km.) perteneciente al mismo momento cultural o los nueve hallazgos del Paleolítico Medio y Superior de Alcañiz y los de Beceite, Cretas y Cantavieja.

Si tenemos en cuenta los caracteres nómadas que se suelen atribuir a estos grupos y la amplitud de su área de captación, los propios habitantes del Abrigo Ahumado bien pudieron cazar y recolectar en el término de Molinos. Estos grupos del Paleolítico Medio y Superior se desenvolverían en un medio muy distinto al actual, con fases de frío intenso (periglaciar) y fases templadas y húmedas; también habría importantes diferencias en cuanto a la fauna y vegetación, según se desprende de los restos hallados en el Covacho de Eudoviges (rinoceronte, caballo y gamo, correspondientes al interestadio de la glaciación Würm I-II ó II-III) y en el Abrigo Ahumado (ciervo, asno salvaje y conejo).

En las Grutas de Cristal aparecerá también diversa fauna, atribuible a un interestadio würmiense, aunque sin restos arqueológicos asociados: oso de las cavernas, gato montés, garduña, tejón, lirón careto, rata de agua, topillo, ratón de las brechas y erizo común, todos ellos insertos en un bosque húmedo.

El impacto humano sobre el medio sería generalmente muy bajo, dado que solo se debió de limitar a la extracción de una serie de recursos renovables (actuando como un depredador-recolector mas de la cadena ecológica), sin tratar de modificarlo.

Hasta el momento tampoco existen indicios directos de ocupación durante el Epipaleolítico, salvo los referidos a la zona de Ladruñán (Abrigo del Arenal) y Aguaviva (Pas del Salto) y los ya más alejados de Castelserás, Calanda y Cantavieja. En esta nueva fase, aunque se producirán sensibles cambios en cuanto a los hábitos económicos (derivados, en parte, de las modificaciones del medio), éstos se seguirían basando en la caza y recolección, con un limitado impacto sobre el medio.

Se producirá una notable variación en los ecosistemas respecto a la fase inmediatamente anterior (Dryas III), produciéndose diversas oscilaciones, pero con una tendencia al aumento de la temperatura.

Neolítico

La primera fase de ocupación generalizada de Molinos se remonta al período Neolítico / Eneolítico. La aparición de una nueva forma económica productora supondrá un notable aumento demográfico en este territorio. No obstante, la implantación de la agricultura y la ganadería no supondrá, en los primeros momentos, la desaparición de la caza y la recolección, que debieron de mantener un papel importante.

Se conocen en Molinos un buen número de yacimientos correspondientes a ese momento, si bien ello no debe de interpretarse como una elevada densidad de hábitat, dada la inestabilidad de los asentamientos, el largo período de tiempo que comprende esta fase (de mil a dos mil años) y la posible especialización de algunos de los enclaves.

En conjunto, las áreas prospectadas semi-intensivamente presentan una densidad de 4,81 hallazgos/km2.

La mayor ocupación parece centrarse en torno a Ia vega del Guadalopillo (9,42 hall./km2), lo cual no corresponde, necesariamente, a una explotación agrícola de los rellenos de fondo de valle. No hay que olvidar las limitaciones tecnológicas de estos grupos humanos, que técnicamente dispondrían de un instrumental muy precario para labrar la tierra; con él sería complicado configurar complejos sistemas de drenaje y remover la tierra (más pesada que la de las áreas colindantes).

Parece más factible que estos asentamientos explotasen los rebordes de los mencionados rellenos (con escasos problemas de drenaje) y los suelos que pudieron existir sobre los materiales terciarios; estos últimos estarían bien drenados (dada su pendiente) y serían mucho más fértiles que en la actualidad (al poseer una cubierta vegetal más o menos estable).

Alguno de los yacimientos tiene una amplia dispersión de materiales (como el de Azcón-Guadalopillo con 3,25 Ha.) lo que puede ser debido tanto a la importancia del enclave (confluencia de dos cursos permanentes de agua), como a las alteraciones postdeposicionales (erosión y abancalamiento) que ampliarían el área de dispersión de los materiales.

La ocupación en las pequeñas hoyas interiores sería sensiblemente inferior, según se deduce de Ia densidad de hallazgos (2,24 hall./km2), lo que estarla en función de una menor cantidad de recursos (tierras menos fértiles).

Materiales del Neolítico
Materiales del Neolítico

También se tiene constancia de Ia presencia de estos grupos en las altas parameras y en los encajados barrancos de la Sierra, aunque la densidad debió de ser algo menor, al igual que los recursos potenciales.

Los asentamientos de estos grupos serían, fundamentalmente, al aire libre, aunque también debieron de ocupar algunas cuevas (Las Baticambras). Seguramente construirían cabañas con materiales poco resistentes (madera, barro y algunas piedras); estos hábitats serían ocupados durante un corto período de tiempo, en función del grado de agotamiento de los recursos. La tecnología disponible permitía, además de la talla y pulimento de la piedra, hueso y madera, la producción de recipientes cerámicos.

También se han encontrado algunos enterramientos de este momento, para los cuales, en lugar de construir sepulcros megalíticos (tan extendidos en ese momento en otros territorios peninsulares y en buena parte de Europa), se ocuparán diversas cuevas naturales, como Las Baticambras y Las Graderas (Grutas de Cristal); en ese mundo subterráneo, presidido por las tinieblas permanentes, se inhumaron varios individuos con su correspondiente ajuar funerario: raspadores de sílex, cerámicas de diversos tipos (desde grandes recipientes de almacenaje, de gruesas paredes decoradas con cordones, a vasos de pequeño tamaño, cuidadosamente acabados con alisados y espatulados) e instrumentos de hueso, además de otros posibles productos perecederos de los cuales no nos ha llegado ninguna muestra (alimentos contenidos en los recipientes, objetos de tejido o madera, etc.).

Tras más de cuatro mil años de oscuridad, cinco de estos hombres fueron descubiertos en el curso de unas excavaciones arqueológicas efectuadas en los años 60.

La rudimentaria agricultura practicada por estos grupos, solo afectaría directamente a los horizontes superficiales del suelo; pero el impacto generado por la misma sobre unos ecosistemas vírgenes debió de ser notable. La roturación (por tala o incendio) y la remoción superficial del terreno, favorecerían los procesos erosivos, con la consiguiente pérdida de suelo.

Pudo ser en este momento cuando se desencadenase el primer impacto ecológico, cuya intensidad desconocemos por el momento. En estas primeras fases de explotación del territorio se empezarían a fijar algunos de los principales rasgos de los ecosistemas mediterráneos actuales: extrema fragilidad a corto plazo, escasa estabilidad, considerable diversidad y parcelación (fruto de su desigual utilización por el hombre en el espacio y en el tiempo), gran resistencia a la acción humana (fuego, roturaciones,…) y elevado poder de regeneración.

Edad de Bronce

Son muy escasos los indicios correspondientes al Bronce Antiguo, Medio y Tardío hallados hasta el momento en las zonas prospectadas semi-intensivamente. Este hecho hace pensar que nos encontramos ante una reducida ocupación humana en Molinos durante este período. A pesar de ello, no creemos que se ocasionara un descenso significativo de la población y, todavía menos, un vacío demográfico.

Una mayor concentración de la población en asentamientos más estables pudo reducir sensiblemente el número de yacimientos generados; por otra parte, la zona prospectada comprende pocos enclaves de los habitualmente elegidos en buena parte de este periodo: puntos destacados, de muy difícil acceso y fácil defensa; también es interesante señalar la limitada proporción de yacimientos del Bronce descubiertos en las comarcas colindantes (Bajo Aragón Turolense, Maestrazgo y Cuencas Mineras) respecto del total conocido (4,9 %) en comparación con la media aragonesa (9,6 %).

Parece lógico pensar que en este territorio se siguieran las pautas conocidas para otras áreas próximas y de las que tenemos un buen ejemplo en la Hoya Quemada de Mora de Rubielos; existirían pequeños asentamientos con estructuras permanentes, ocupando un espacio diseñado previamente, lo que implicará el surgimiento de un protourbanismo, con casas rectangulares, defendidas por unas murallas que circundan el yacimiento.

En estos poblados vivirían un número variable de individuos, que oscilarían generalmente entre 20 y 60, pudiendo existir algún caso en el que se rebasase ampliamente el centenar. Menos conocido nos es el mundo funerario, con posible perduración de las inhumaciones en cuevas y abrigos.

Las gentes del Bronce dispondrían de una organización económica y social más compleja. Poseedores de una tecnología más avanzada (metalurgia del cobre y del bronce, ¿arado?, ¿sistemas de drenaje?, …) podrían poner en explotación terrenos anteriormente incultos, aumentando los rendimientos.

En territorios cercanos (SE. de Teruel) se ha constatado que sus campos los sembraban fundamentalmente con cereales (trigo y cebada).

También se sabe que tenían cantidades considerables de ganado, fundamentalmente ovejas/cabras, aunque también bueyes (¿para tiro del arado?) y cerdos, pudiendo estar igualmente presentes el perro y el caballo.

Edad de Bronce cerámica
Cerámicas de la Edad del Brone

Se siguió practicando la recolección (bellotas) y la caza (conejo y ciervo), aunque estas actividades perderían paulatinamente su importancia anterior. Por contra, el medio en el que se desenvolvieron era más hostil.

Una vez finalizado el óptimo climático del Atlántico se iniciaría un progresivo descenso de las temperaturas acompañado, seguramente, de un ambiente algo más seco, entrando de lleno en el periodo Subboreal.

En un momento avanzado del mismo (seguramente ya durante el Bronce Final) se producirá la fase más dura del mencionado periodo, llegándose al extremo de producirse procesos periglaciares en cotas próximas a los 1.000 m. en algunos puntos de la provincia de Teruel (cuando en la actualidad se generan por encima de los 1.500.

Edad de Hierro

El período mejor representado en Molinos es el correspondiente a la Primera Edad del Hierro (Campos de Urnas del Hierro). En ese momento y durante un lapsus de tiempo relativamente corto (los dos siglos comprendidos entre el 700-500 a.C.) se desarrollará una compleja red de poblamiento y explotación del territorio, cuyas raíces hay que buscarlas en el Bronce Final (Campos de Urnas Antiguos) y en los primeros contactos protocoloniales.

Estos últimos se desarrollarán en las cercanas tierras costeras castellonenses y área circundante a la desembocadura del Ebro (como el río Matarraña, en el Bajo Aragón).

Edad de Hierro molino de grano
Molino de grano de la Edad de Hierro

Alguno de estos yacimientos podrían tener su origen y principal desarrollo en el Bronce Final, siendo menos importante la ocupación del Hierro I o restringida a los primeros momentos de este período. La intensidad de la ocupación del Hierro en Molinos es tal que el 52,2 % de los yacimientos localizados en las hoyas interiores corresponden a este momento, porcentaje que desciende al 27,3 % en la vega del Guadalopillo debido a la importancia de hábitat registrado en otros momentos (eneolítico, visigodo y musulmán).

Estas cifras son muy elevadas si las comparamos con la media aragonesa (12,4%) o con las de las comarcas colindantes del Maestrazgo (11,9%) y Cuencas Mineras (11,6%), aunque no tanto si se las compara con el Bajo Aragón (23,2%).

La densidad de yacimientos es igualmente espectacular, oscilando generalmente entre 4,34 (Vega) y 5,37 (hoyas interiores) hall./km2, con máximos de 6,67 hall./km2 en la zona de Santa Bárbara.

La magnitud de estas cifras no es atribuible, como en el caso de Eneolítico, a la escasa estabilidad de los asentamientos. Estos se encuentran inmersos dentro de una economía plenamente sedentaria y sus potentes estructuras (presentes en buena parte de ellos) nos obligan a pensar que se trataba de establecimientos permanentes, en cuya construcción se invirtieron no pocos esfuerzos.

El tamaño de los emplazamientos es igualmente variable, oscilando desde unos pocos cientos de metros cuadrados hasta los más de 10.000 m2 de superficie que tienen algunos de ellos (Loma del Roblar, Castilluelo de Villardecastillo IX.

La funcionalidad de los mismos parece ser variable: algunos parecen corresponder a importantes núcleos de población, vinculados a la explotación concreta de un recurso (el hierro en la Loma del Roblar) o de un territorio (las Hoyas de Villarcastillo-Presqueras en el de Castilluelo de Villardecastillo IX), asentados en posiciones con serias limitaciones defensivas; otros podrían ser pequeños hábitats agropecuarios (Castilluelo de Villarcastillo VI, Las Torrazas II, Santa Bárbara Norte I, diversos asentamientos situados en Villarroya y en Valderrigüel, etc.), localizados a media o baja ladera, cerca de tierras de labor, pero sin llegar a invadirlas.

Hay emplazamientos que parecen estar destinados a la defensa (y/o coerción) del grupo o como residencia de grupos o personas que requerían una especial protección Valderrigüel I, Santa Bárbara Oeste I, Castilluelo de Villardecastillo I), situados en puntos estratégicos (estrechos o «puertas», puntos elevados con buena visibilidad, etc.) fácilmente defendibles; otros núcleos defensivos/coercitivos carecen de espacio para hábitat, salvo que éste sea muy restringido (Valderrigüel II).

Hay yacimientos vinculados a la metalurgia del hierro (hornos de Villardecastillo y Loma del Roblar/Santa Bárbara).

Por último, también se ha detectado la presencia de una necrópolis tubular, sita en un término vecino. Resulta sorprendente la elevada complejidad que alcanza la organización de los grupos humanos establecidos en Molinos durante la Primera Edad del Hierro si se comparan los recursos agrarios o la capacidad ganadera de este territorio con los de otras áreas más fértiles y aparentemente menos pobladas.

Hay que buscar, pues, otros motivos que expliquen tan espectacular desarrollo en un margen de tiempo tan corto. Una de las causas que parece más factible es la presencia de pequeños filones de hierro de gran pureza, que pudo suponer un elemento de atracción en un momento en el que la tecnología solo podría procesar el mineral que reuniese las condiciones más favorables.

A ello habría que añadir su excelente ubicación respecto a las influencias protocoloniales costeras; aunque el contacto con las mismas no se ha comprobado que fuera directo, su posición sería buena como zona intermedia entre los territorios indígenas con claras muestras de impacto protocolonial y el interior, especialmente en lo referido a la tecnología del hierro. Hay que tener en cuenta que este fenómeno no es privativo de Molinos, es parcialmente generalizable a otras áreas del Bajo Aragón.

La tupida red de hábitat es el reflejo de una economía y una sociedad compleja y desarrollada, donde las funciones de cada grupo comenzarán a estar bien delimitadas.

Al contrario que en periodos anteriores, en los cuales cada comunidad (poblado o pequeño conjunto de ellos) debía de funcionar de forma autosuficiente, con un nivel de intercambio que difícilmente se le puede aplicar el término de «comercio», en estos momentos el nivel de jerarquización alcanza cotas considerables.

A pesar de que debió de existir una cierta tendencia a la subsistencia por parte de los pequeños asentamientos agrarios, la necesidad de crear excedentes alimentarios para el suministro de los asentamientos especializados (minero-metalúrgicos, defensivo-coercitivos, etc.) y, seguramente, para los grupos que detentaban el poder, obligará a incrementar notablemente la producción de los mismos muy por encima de sus propias necesidades básicas.

Ese incremento solo podrá efectuarse a partir de dos vías:

– Mejoras técnicas en la explotación (que permitan un incremento en la ratio productiva por asentamiento).
– Incremento de los espacios explotados.

Esta última opción también requiere mejoras tecnológicas, que permitan ocupar los suelos más desfavorecidos.

Pero esta expansión conlleva, en cualquier caso, unos elevados costes ecológicos. A pesar de que seguramente se conseguirían notables mejoras en la producción de las tierras tradicionalmente explotadas, debió de ser necesario roturar tierras marginales.

Estas últimas habrían sufrido en momentos anteriores una escasa acción antrópica (caza y recolección) o un impacto puntualmente intenso pero con un largo periodo de recuperación, (p.ejemp., una roturación con fuego y un período de explotación muy corto).

Edad de Hierro instrumental agrícola hierro
Instrumentos agrícolas

También es previsible que las tierras explotadas más asiduamente en las fases anteriores empezasen a presentar los primeros signos de agotamiento, dada la fragilidad de los suelos y el escaso aporte orgánico (aunque, seguramente, el abono del ganado paliase en parte este problema).

A los efectos generados por la agricultura y la ganadería habría que añadirle los derivados de la explotación minera y metalúrgica, de la construcción de los asentamientos y las propias necesidades caloríficas de la población, que implicarían una mayor presión sobre el esquilmado bosque.

Edad de Hierro herramientas
Herramientas varias de la Edad de Hierro

Esta ruptura del equilibrio ecológico y/o la derivada del posterior abandono queda patente en numerosos puntos del término, especialmente en las suaves lomas que delimitan las pequeñas hoyas del sector noroccidental.

En la parte superior de las mismas aflora de forma casi continua la cantera caliza, mientras que en los perfiles existentes en la ladera baja se aprecian niveles intermedios de piedras con cerámicas del Hierro I.

Estos últimos parecen estar vinculados a intensos procesos erosivos que arrasarían el frágil suelo existente en las cumbres, llegando incluso a movilizar los elementos gruesos del mismo y a desplazarlos ladera abajo; la lentitud de los procesos edafogenéticos sobre las calizas genera una reposición de los suelos perdidos a muy largo plazo (miles de años); por otra parte, la movilización del horizonte C (degradación de la roca madre) implica la intrusión de material grosero en la ladera media y baja y en los fondos de valle o depresión, dificultando las posteriores prácticas agrícolas.

Esta misma situación también se puede observar en los relieves que delimitan la vega del Guadalopillo, pero el sustrato arcilloso que los componen posibilitan una regeneración del suelo relativamente rápida.

A los procesos erosivos y de degradación del suelo habría que añadirles los problemas derivados de la pérdida y alteración de los restantes recursos (caza, recolección) y capacidades asociadas (regulación hídrica,…). También se incrementarían algunos problemas, como los que incidirían sobre productos almacenados, que en fases anteriores pudieron ser más puntuales.

En ese sentido hay que destacar la detección de las primeras plagas de coleópteros en granos de trigo almacenados en el Cabezo de Siriguarach (Alcañiz). Este complejo entramado se quiebra en un momento que comenzaría a finales del siglo VI a.C., coincidiendo con la aparición de las primeras producciones de cerámica a torno procedentes del área costera. El colapso será tan importante que desaparecerán la práctica totalidad de los asentamientos.

Esta crisis no solo afectará al territorio de Molinos, ya que se ha detectado su presencia en la Depresión del Ebro y en buena parte de la Península Ibérica. Uno de los testimonios más evidentes de la misma será la desaparición del estado tartésico hacia el 525 a. de J. C.
Paralelamente se registrará un inicio de un período de grandes conflictos en el Mediterráneo y en Europa Central, por lo que la crisis del Hierro I en Molinos debe considerarse como inserta en un período de convulsiones generalizadas.

Esta brusca ruptura implicará un nuevo impacto ecológico, al romperse la precaria situación de equilibrio que se establecería durante el Hierro I. No obstante, la disminución de la presión antrópica sobre el medio debió de tener, a medio plazo, consecuencias positivas, al suponer una regeneración parcial del mismo.

Época Ibérica

La ocupación correspondiente a época ibérica es muy inferior a la detectada en la fase anterior y parece corresponder a un momento avanzado de este período. En la vega no se localizó ningún yacimiento ibérico, aunque el existente en Santa Bárbara Este y el del área de Valpodrida (Berge) debieron de explotar este sector. La densidad de las hoyas interiores es también muy baja (de 0,89 a 1,33 hall./km2), suponiendo únicamente del 8,7 al 10% del total de los yacimientos, lo que contrasta con los territorios circundantes (30,4% en el Bajo Aragón, 23,8% en el Maestrazgo y 16,5% en Cuencas Mineras). El tamaño de los mismos sería variable, al igual que la tipología.

El más grande parece ser el Castilluelo de Villardecastillo I con aproximadamente una hectárea de superficie; se trata de un poblado de grandes dimensiones que debía de explotar las pequeñas hoyas del sector noroccidental, heredando con ello un espacio que durante el Hierro I estuvo ocupado por once yacimientos.

Santa Bárbara Norte es un emplazamiento de pequeñas dimensiones en un punto de gran valor estratégico, desde el que se controla el acceso a la Sierra a través del Barranco de Valdepuertas.

En la Hoya de Valderriguel se localizó otro yacimiento que, por sus características, podría tratarse de un pequeño enclave agrícola.

Mapa época ibérica
Mapa de la época ibérica

Se aprecia, por tanto, un notable descenso tanto en los efectivos demográficos como en la importancia atribuida al territorio, que pasará a tener un carácter periférico, dependiendo, a partir del siglo III a. de J. C., de alguna de las entidades estatales con centro en territorio próximos, de las que hasta el momento se han identificado Osicerda con probabilidad en Alcañiz y Lessera en el Forcal. Con ello, los excedentes de producción saldrán fuera de este territorio, sirviendo para sustentar una estructura política escasamente representada en el mismo.

La agricultura ocupará únicamente los espacios más favorables, pudiendo ser explotados el resto por la ganadería. La minería y la metalurgia del hierro, que en el momento anterior será uno de los principales factores del desarrollo de la zona, pasará a un segundo piano, centrándose exclusivamente en las necesidades locales. La mayor parte de la cerámica procederá de los importantes centros alfareros de Alcorisa-Foz Calanda, no elaborándose en Molinos nada más que algunos recipientes de baja calidad.

Época Romana

Durante el período romano la zona se seguirá caracterizando por una baja densidad de hábitat y un carácter rural y periférico. Hasta el momento sólo se conocen dos asentamientos romanos, ambos situados en el centro de las hoyas interiores, sobre los espacios agrícolas.

Edad Romana mapa Romanizacion y Vertebración de Teruel
Mapa Romanizacion y Vertebración de Teruel

De superficie reducida, concentrarían los efectivos demográficos de los antiguos poblados ibéricos. La principal actividad desarrollada por sus habitantes debió de ser el cultivo de cereal en los fondos de las hoyas, cuyo rendimiento sería bastante bajo. La precariedad económica de sus pobladores queda patente en su cultura material.

El asentamiento de la Hoya de las Torrazas-Presqueras debió de carecer hasta de un elemento tan común como una cubierta de tegulae (tejas planas). El de Hoya de Valderrigüel parece ser menos pobre, como lo demuestra la utilización de tegulae, pavimentos con ladrillos aplantillados (romboidales y rectangulares), canalizaciones, la abundancia de terra sigillata hispánica, etc; también hay que indicar que sus habitantes elaborarían algunas de sus prendas (aparición depondus y fusayolas).

Estos asentamientos no parecen llegar más allá del siglo III d.C., momento en el que se produce una de las mayores crisis del Imperio Romano.

Desconocemos que pasa desde ese momento y hasta el período visigótico; seguramente los yacimientos catalogados dentro de este último periodo se remonten a los inicios de esos «Siglos oscuros».

 

El medio, sometido en su conjunto a una menor presión antrópica, tenderá a recuperarse; pero la adversa evolución climática, con un progresivo aumento de la aridez (paulatino acercamiento al «pequeño óptimo» del Subatlántico), ralentizará esa tendencia al dificultar la implantación de una cobertura arbórea desarrollada y favorecer la erosión.

Visigodos

La etapa visigoda parece marcar el inicio de una nueva recuperación demográfica, que debió tener su máximo desarrollo en época califal-taifa. Surgirán nuevos asentamientos, especialmente en el área de la Vega, alcanzándose las mayores densidades de yacimientos del último milenio (2,9 hall 1km2).

Estos nuevos enclaves se instalarán, por regla general, en puntos más elevados y mejor defendibles, coincidiendo en algún caso (como en el Castilluelo de Villardecastillo I) con puntos habitados antes de época romana. Sus características serán variadas, desde los pequeños establecimientos de carácter netamente estratégico a poblados o aldeas de reducidas dimensiones (Barranco de Azcón).

Andalusí

Durante este periodo el territorio de Molinos estará habitado con una cierta intensidad. Este auge demográfico queda reflejado tanto en aumento del número de yacimientos y pervivencia de los visigóticos como en su tamaño.

El área de la vega del Guadalopillo (Río del Lobo) seguirá siendo la más poblada (3,62 hall/km2) gracias a la relativa fertilidad de sus tierras y a las posibilidades de riego; en ella se ubicará Villarrubia VII, que con una superficie comprendida entre las 2,5 ha. (Area mínima con estructuras) y las 6 ha. (Area de dispersión de materiales) puede considerarse como un núcleo grande de población, aunque sin llegar al rango de madina (ciudad).

Otros emplazamientos como Partida de Villarrubia, Azcón-Guadalopillo y Barranco Azcón serían alquerías habitadas por menos de 50 personas. Las hoyas interiores, menos dotadas para la explotación agrícola, debían de estar menos pobladas. El número de asentamientos será superior al del período anterior (0,89 hall/km2), pero cuatro veces menos abundantes y notablemente más pequeños que en la Vega. En estos sectores la ganadería de ovicápridos tendrá un mayor peso específico, favorecida por la presencia de pastos suficientes para alimentar rebaños de tamaño reducido durante todo el año.

Habrá, por tanto, notables diferencias en cuanto a la presión ejercida por el medio. En los asentamientos de la vega se debió de primar una mayor producción por unidad de superficie (obtenida mediante regadío), lo que concentrará todos los efectos de la antropización sobre los rellenos de fondo de valle.

En las hoyas del interior, dada la ausencia de sectores regables, las tierras de secano y los pastos tendrían una mayor importancia, lo que generará unos costes ecológicos superiores, sobre una zona ya de por si muy degradada. La erosión debió de incrementarse por el paulatino aumento de la aridez del clima.

Reconquista

La conservación de una parte de la documentación generada desde la Reconquista hasta nuestros días (a pesar de la desaparición de buena parte de la misma durante la Guerra Civil), supone un cambio cualitativo y cuantitativo en el tipo de información disponible.

La conservación de una parte de la documentación generada desde la Reconquista hasta nuestros días (a pesar de la desaparición de buena parte de la misma durante la Guerra Civil), supone un cambio cualitativo y cuantitativo en el tipo de información disponible.

No existen referencias concretas a la conquista cristiana de Molinos, debiéndonos basar en la documentación existente sobre otras localidades de este territorio.

Tras la conquista aragonesa de Zaragoza (1118), el Bajo Aragón pasa a ser uno de los sectores de expansión natural de este reino, iniciándose poco después un período de conflictos generalizados en la zona, caracterizado por las tentativas aragonesas de conquista y las almorávides de defensa.

En 1157 la zona debió quedar bajo control definitivamente cristiano, siendo incorporado el actual territorio de Molinos a la Villa de Alcañiz; pero la cercanía de los aún poderosos estados musulmanes (que controlarán durante ochenta años más las actuales tierras de la provincia de Castellón), darán a la misma un carácter de «extremadura», imponiéndose la necesidad de repoblarla para fijar el control aragonés.

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El barranco de la muerte. 1134 (Diputación Provincial de Zaragoza)

La conquista de Valencia por los almohades (nueva oleada africana que podríamos catalogar como «integrista») en 1171, debió de incrementar sensiblemente ese temor, lo que llevará a un reforzamiento de todas las fronteras del flanco sur aragonés. En ese contexto se concederá el castrum de Alcañiz ala Orden de Calatrava (1179), de origen castellano.

En 1209 Pedro II donará Molinos, con sus términos y derechos, para que lo repueble y defienda. A finales del siglo XIII, la Orden Militar de Calatrava llegará a controlar la mayor parte del Bajo Aragón turolense, que compartirá con otras órdenes militares (las del Temple y Hospital de San Juan), con la Mitra de Zaragoza y con diversa nobleza laica, todo ello dentro de los parámetros de una sociedad feudal.

El señor feudal extraerá una serie de excedentes productivos generados por el campesinado. Para ello dispondrá de una serie de medios de captura de ese excedente, aplicándose unos directamente sobre la producción agrícola (diez de molinos de harina y aceite, hornos de pan, etc.).

Pero, para que el sistema funcione realmente, es necesario acaparar productos no perecederos a muy corto plazo (harina, vino, aceite, lana…) y potencialmente comercializables. Por ello, es posible que los señores feudales orientasen la producción agrícola hacia aquellos bienes que les permitieran perpetuar su control, quedando en un segundo término muchos de los productos hortofrutícolas que debieron de cultivar las anteriores comunidades andalusíes.

Esta nueva caracterización agraria, basada en la puesta en cultivo de la mayor cantidad de tierras posibles, priorizándose los cereales, la vid y el olivo, se iniciará con las primeras repoblaciones que siguen a la conquista del territorio y que podrían corresponder a los años 60 del siglo XII, completándose bien avanzado el siglo XIII.

La roturación se vería favorecida por disposiciones como la del «año y día» (la posesión de bienes inmuebles indiscutida durante ese plazo se transforma en propiedad), testimoniada en Alcañiz desde 1190 y posiblemente vigente también en Molinos; o como las tomadas para repoblar la cercana Monroyo (adscrita también a la Orden de Calatrava), otorgándose a cada poblador unas 24 cahizadas de tierra (12 ha.).

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Fases de la Reconquista en España

La roturación se vería favorecida por disposiciones como la del «año y día» (la posesión de bienes inmuebles indiscutida durante ese plazo se transforma en propiedad), testimoniada en Alcañiz desde 1190 y posiblemente vigente también en Molinos; o como las tomadas para repoblar la cercana Monroyo (adscrita también a la Orden de Calatrava), otorgándose a cada poblador unas 24 cahizadas de tierra (12 ha.).

No disponemos de datos directos sobre el uso de las tierras en Molinos, pero se podrían extrapolar los obtenidos en Castellote, tomando como referencia la citas documentales a 136 piezas de tierra; el 40,4% de las mismas se destinaban a cereales, el 43,3% a viñas, el 8,8% son huertos y el 7,3% olivares. Este último cultivo ira ganando importancia, especialmente a partir del siglo XV.

Dentro del cereal, destacará la producción de trigo, según un documento de 1324 sobre los diezmos de Castelserás (Orden de Calatrava), en el que aparece un 61,5%, frente al 19,3% de ordio, el 13,4% de centeno y mixtura y el 5,6% de avena. El rendimiento será bajo, calculándose en torno a 4,2 semillas por cada una plantada para trigo, 5,7 x 1 para ordio y 2 I x 1 para avena.

Los productos cultivados se caracterizan, como indica Laliena, por la complementariedad de sus ciclos, completando todo el calendario agrícola: laboreo invernal para la vid y en primavera para el olivo; cosecha de grano en junio-agosto, del azafrán, (producto en auge en el primer tercio del siglo XIV) entre septiembre y mediados de octubre; vendimia por esas mismas fechas y recogida de la aceituna a partir de San Martín de noviembre; paralelamente, durante el otoño se sembrarán los cereales.

La ganadería también tendrá una gran importancia, especialmente a partir de los siglos XIII y XIV. La Orden de Calatrava se reservará grandes espacios para pastos entre sus señoríos bajoaragoneses, e incluso destinará algunos espacios agrícolas para cereales forrajeros en Calaceite. Estos pastos serán fuente de constantes conflictos entre la Orden y los concejos.

La presión fiscal a la que se encontraban sometidos los campesinos era enorme. Se debían pagar pechas (cantidad anual a repartir entre los vecinos de la aldea), cenas (de cuantía inferior a las anteriores, unos 500 sueldos para Molinos en 1285), tasas derivadas de la utilización de molinos (el 4,16% de la harina) y hornos (el 3,33% de los panes cocidos), imposición y percepción de multas judiciales, la fonsadera (pago de redención de los servicios en hueste), los diezmos (generalmente menos del 10% de la producción) y las primicias (3 a 4% de la producción), además de otras tributaciones de carácter excepcional.

La deforestación alcanzó tales proporciones que fue necesario dictar severas estricciones. Los procesos erosivos asociados a ésta y el agotamiento de los suelos menos aptos para la agricultura completarán el panorama, cuyas consecuencias serán nefastas. La expansión roturadora debió de cesar durante la segunda mitad del siglo XIII, momento en el que la práctica totalidad de las tierras cultivables debían de estar en explotación.

Aunque la recesión económica en el Bajo Aragón pudo iniciarse ya hacia el año 1300, hasta los años 30 del siglo XIV no se debió de manifestar en toda su crudeza. En los años 1335, 1336, 1337, 1339, 1340 y 1347 se producirán cosechas netamente deficitarias en toda la cuenca mediterránea, con las consecuentes grandes hambrunas, lo que agravará aún más el paulatino empobrecimiento y endeudamiento que se registra desde finales del siglo XIII.

En 1348-49 se producirá la gran epidemia de Peste Negra, cuya incidencia es de difícil cuantificación; nuevas epidemias se manifestarán en 137 1-72 y en 1410. En ese contexto de hambre y empobrecimiento, la Guerra de los Pedros con Castilla agravará un más la situación, multiplicándose los impuestos. Esta situación desencadenará oleadas de violencia rural, con frecuentes asaltos entre pueblos vecinos, como el que efectúan los de Ejulve a Montoro de Mezquita en 1277, robando bueyes y cabras y destrozando los molinos, además de otros daños. La desmedida presión señorial también generará numerosas revueltas.

Edad Media

La crítica situación que se vive durante el siglo XIV derivó en un retroceso demográfico y un sensible cambio de la estructura agraria.
Carecemos de cifras fiables que permitan establecer el número de habitantes de Molinos durante la Edad Media. La utilización de los datos referentes a 1414 (321,5 maravedís) y 1489-91 (202 fuegos) deben de tomarse con mucha prudencia. Más fiables son los datos del Censo de 1495, que contabilizan en Molinos 166 fuegos (de 650 a 700 habitantes).

La nueva estructura agraria liberará las tierras menos rentables de la explotación agrícola, pasando a ser utilizadas como pasto. Los pilares de la economía tierrabajina serán el cereal, el azafrán, el aceite de oliva y la lana. La vid, que alcanzó tanto auge en el período anterior, pasará a ser un producto secundario y, en algunas áreas, marginal.

El principal cereal cultivado es el trigo, siendo el Bajo Aragón una tierra excedentaria. El trabajoso cultivo del azafrán alcanzará un gran auge en este territorio, siendo algo menor para el caso de Molinos; esta localidad exportarán, en 1453-1454, 160 libras, 10 que implicará no menos de 10 ha. cultivadas directamente y mas de 50 ocupadas por la explotación, debido a los condicionantes de este cultivo (Se siembra 1 año antes de la primera cosecha, produciendo durante 4 años, para después tener que estar en reposo los campos durante 12 a 15 años).

Los beneficios del azafrán, muy demandado en Centroeuropa y Sur de Francia, serían notables, pues el precio de 1 kg. de este producto equivalía al de unos 860 kg. de trigo ó unos 1.150 kg. de aceite.

La producción de aceite se incrementará notablemente, tendencia ya detectada con el surgimiento de los primeros molinos aceiteros bajoaragoneses en el siglo XIV, generando un importante excedente que se comercializarla en tierras del interior y del norte. Sin embargo habrá que esperar a fechas más avanzadas (ss. XVI y XVII) para que las redes comerciales se desarrollen suficientemente para que se implante un cultivo masivo.

La expansión ganadera seguramente se vera favorecida por la despoblación inicial tras la Peste Negra y, sobre todo, por un aumento de la demanda internacional de lana. Molinos, según F. Melis, será uno de los siete puntos importantes capaces de concentrar ganado de otras localidades próximas.

El impacto ambiental generado durante la Baja Edad Media será distinto al de la Repoblación y, en cierta medida, inferior. Los principales espacios agrícolas seguirán en explotación, pero la mayor parte de las tierras marginales cultivadas en los siglos XIII y primera mitad del XIV pasarán a ser utilizadas como pasto.

Esta práctica, en principio, será menos agresiva con los frágiles suelos de la zona, al no implicar una remoción de los horizontes edáficos; pero tampoco permite una correcta regeneración de los mismos al mediatizar el ganado el desarrollo de la vegetación.

También debió de mejorar sensiblemente la gestión de muchos de dichos espacios marginales o naturales, cuya explotación comunal se efectuará generalmente con un elevado grado de racionalidad y un deseo de estabilización (perpetuación).

En este contexto, el medio natural debió de experimentar una cierta estabilización, ralentizándose las tendencias de recuperación o de degradación del mismo. La evolución climática también debió de actuar en ese mismo sentido; durante los siglos XIV-XV se iniciará una fase de enfriamiento y, posiblemente, un ligero aumento de las precipitaciones, conocida como «Pequeña Edad del Hielo», cuyo momento más álgido debió de producirse entre los siglos XVI y XVII.

Edad Media Alcaniz castillo
Mural medieval en el Castillo de los Calatravos, Alcañiz

El descenso de temperaturas fue tal, que en los años 1503, 1506, 1573, 1590, 1624 y 1693 el río Ebro se heló a la altura de Tortosa, llegándose a alcanzar, en ese último año, una capa de hielo de 3 m. de espesor.

Este descenso de las temperaturas, si bien pudo frenar literalmente el crecimiento de muchas especies vegetales, supuso una importante reducción de los procesos erosivos de carácter semiárido, tal y como se detecta en numerosos puntos de la provincia de Teruel (Castillo de Alfambra, Castillo de Frías de Albarracín, etc.,).

Los cinco siglos que nos separan de las últimas fases de la Baja Edad Media, la relación hombre-medio ha seguido siendo difícil. La paulatina evolución de la estructura agraria se vera alterada en numerosos momentos, con consecuencias generalmente negativas para el medio natural. Pero será durante los siglos XIX y XX, con la fuerte expansión demográfica, las desamortizaciones y los cambios en los sistemas de explotación, los que mayor incidencia tendrán sobre el mismo, al no poderse amoldar a tan rápidos cambios.


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